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viernes, 30 de abril de 2010

BORGES Y LA MECANICA CUANTICA

Ayer como todos los meses en el Instituto de Astronomia y Fisica del Espacio ( IAFE ) de la ciudad de Buenos Aires se realizo una charla, en este caso sobre un ensayo del Dr. Alberto Rojo, Profesor de la Universidad de Oakland (USA) en el que traza un paralelismo de la novela de Jorge Luis Borges, "El jardin de los senderos que bifurcan " (1941) y la mecanica cuantica. El parecido entre los textos de Borges y la tesis de Everett III muestra de qué manera extraordinaria la mente de Borges estaba inmersa en el entramado cultural del Siglo XX. Así como las ideas de Everett y DeWitt pueden leerse como ciencia ficción; en "El Jardín de senderos que se bifurcan", la ficción puede leerse como ciencia.

Borges sabía de lo que escribía en la cuarta década del siglo 20, cuando menciona a Albert (¿¡Einstein!?) atareado en sus infinitos tiempos y senderos que finalizarían con un bombardeo (¿nuclear?) a una ciudad homónima inglesa de aquellos tiempos de guerra, presagio de las intenciones nazis en una Alemania que era público y notorio como lo expresaba la prensa, se encontraba ya en las puertas del dominio del átomo.
Por supuesto no se refiere al conocimiento físico-matemático de un científico, sino al conocimiento que un poeta ilustrado e informado puede tener al leer sobre la relatividad que proponía Einstein, el principio de incertidumbre de Heissemberg, las experiencias de Schroedinger y otros portentos teóricos que iluminaban el alba del siglo veinte.

Solamente una mente genial pudo vislumbrar las infinitas realidades que nos propone la Teoría Cuántica en los pliegues de una materia que se vuelve elusiva y extraña a medida que intentamos penetrar en el mundo de lo muy pequeño o lo desmesuradamente grande..., la angustia de nuestra ignorancia aunada por el infinito de los extremos.

Luego de su larga experiencia europea y habiendo leído en su lengua natal, entre muchísimos otros, a gigantes de la literatura fantástica (el gustaba llamar así a lo que hoy los técnicos consideran quizás equivocadamente, “ciencia ficción”) como: H. P. Lovercraft, , Olaff Stapleton, H. G. Wells, etc, por no mencionar a la inmensa lista que probablemente arranca con los clásicos del pensamiento griego y sin solución de continuidad se desarrolla hasta sus contemporáneos tanto del mundo occidental como los orientales, el políglota Borges en 1941 había formado y echado a caminar el germen del meme que daría lugar a la aparición de los universos paralelos que hoy convoca el pensamiento de prominentes investigadores.

Hubo de transcurrir mas de una década para que la ciencia se asomara a esas enigmáticas ideas y les diera un fundamento físico-matemático con la presentación de la tesis doctoral (conocida como Many World Interpretation o M.W.I. por sus sigles en inglés) de Hugs Everett en 1957, quien abandonaría posteriormente la investigación científica y hasta la vida, decepcionado por el escaso interés y el escepticismo que mostraron inicialmente sus colegas.
Realmente impacta y emociona que ahora científicos de la talla de un Stephen Hawking, Martín Rees, David Deutsch, Francis Crick, y cientos de otros de similar reconocimiento intelectual, a pesar del escándalo que producen estas concepciones cuánticas, estén compartiendo algunas de esas opiniones y trabajando en el desarrollo de nuevos conceptos que miles de tecnólogos se afanan en concretar como flamantes “realidades” que nos maravillan día a día.

En su tiempo fueron los Bruno, Espinoza, Galileo y otros osados pensadores quienes desafiaron el Dogma establecido con sus ideas revolucionarias sobre mundos redondos flotando en un espacio que no eran el eje de ningún privilegio celestial y pagaron con su libertad, su salud y hasta su vida el derecho a exponerlas al gran público, pero otros les siguieron hasta dejarnos convencidos por la fuerza de las evidencias que apenas formamos parte de un insignificante sistema planetario que gira - quizás intrascendente mente - en un oscuro brazo de una galaxia común.

Podríamos mencionar en esta línea una interminable lista de las nuevas “realidades”que la tecnología concretó lo que en su momento parecían meras fantasías o ideas aberrantes sobre la naturaleza de las cosas. Hologramas, fractales, atractores, microscopios de efecto túnel, tomógrafos, resonancia magnética, nanotecnología, etc, son solo algunos de los nuevos conceptos y dispositivos – “realidades” hoy al fin - que están a disposición cotidiana para mejorar la calidad de vida de nuestros contemporáneos.

Términos como: mecánica cuántica, decoherencia, antimateria, propiedades emergentes, teletransportación, etc, etc, nos intimidan injustificadamente con su complejidad, por falta de una explicación clara y sencilla que permita un acercamiento conceptual a los mismos, y a pesar que algunas de estas ideas revolucionarias están cerca de ser centenarias, la inmensa mayoría de la población no accede a sus increíbles implicancias y aun así tampoco son muchos los intentos de hacer mas fáciles y comprensibles estos conceptos.

Quizás dos, entre tantas, de las mas increíbles conclusiones a las que nos permite acceder la Teoría Cuántica son, en primer término, la revolucionaria idea de que la “realidad”del mundo exterior – el medio ambiente que nos rodea - que sentimos, observamos o medimos en la vida cotidiana, no depende exclusivamente de ella misma, sino que se trata siempre y finalmente de interacciones directas o indirectas con nuestro cerebro – el sintonizador – y, en segunda instancia, que a su vez estas interacciones puedan dar lugar a múltiples experiencias o versiones de la “realidad” cotidiana, conformando lo que se conoce como la teoría de los “universos paralelos” (mencionada por sus siglas en inglés, como MWI ó múltiple worlds interpretation).

Desde este nuevo enfoque o punto de vista que nos propone la Teoría Cuántica, la vieja y venerable pretensión humana de conocer la “esencia “ o el “ser “ de las cosas, o la cosa “en sí”, es simplemente una quimera, ya que para que algo “sea”, “exista” o se incorpore a nuestra “realidad”, es necesario que esa cosa o sus elementos constitutivos interactúen – se manifiesten – directa o indirectamente con nuestros sentidos; condición que no se cumple en ninguna de las expresiones mencionadas ya que éstas se refieren específica y enfáticamente a lo interior y propio de la cosa, constituyendo en todo caso una de las tantas trampas o paradojas que nos depara nuestra forma de expresión, o sea, digo que solo conocemos las interacciones directas o indirectas de las cosas con nuestro cerebro a través de los diferentes sentidos y funciones de nuestro organismo.

De allí las dificultades con que se enfrentaban, hasta ahora, quienes querían definir la naturaleza última de la “realidad” ya que cualquiera sea el método utilizado para detectarla, se trata siempre de interacciones que no solo dependen de los elementos locales que interactúan, sino también del contexto en que lo hacen y las particularidades del sistema de observación y juzgamiento del sujeto.
Dicho de otra forma: para que algo “exista”, es decir que haya un objeto o cosa, es necesario que haya una interacción con otro elemento o cosa que actuará como sujeto y/o viceversa, de no ser así estaremos en presencia de lo que definimos como: la nada.

Es justamente la Teoría Cuántica con su principio de incertidumbre, su ecuación de probabilidades de ondas, el colapso de la función de onda, etc., etc, la estructura o herramienta intelectual que nos permite especular con la posibilidad de que existan diferentes “realidades” en la naturaleza – el todo – que se manifiestan solo según las características de las interacciones entre el objeto del medio ambiente exterior y el sujeto (en este caso, nuestro cerebro o sintonizador) y eso por solo hablar de los niveles recientemente conocidos de interacciones.

Sin despreciar otras explicaciones, se puede pensar que el funcionamiento del cerebro humano se asemeja- solo a modo de parábola o metáfora explicativa - al funcionamiento de un sintonizador de radio o de TV, con la diferencia de que en lugar de producir sonidos o imágenes, en este caso se producen ideas, abstracciones, conciencia, conocimientos y consciencia.

"Fácilmente aceptamos la realidad, acaso porque intuimos que nada es real." "El Aleph"

"End of transmission"


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