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domingo, 14 de abril de 2019

TIME OR NOT TIME


¿Quién querría sufrir del tiempo el implacable azote, del fuerte la injusticia, del soberbio el áspero desdén, las amarguras del amor despreciado, las demoras de la ley? Hamlet's act III, scene 1


¿Por qué es tan complicado entender qué es el tiempo?. ¿Es la imagen móvil de la eternidad? ¿Es el número del movimiento según el antes y el después? ¿Es una extensión y cualidad única de la conciencia? ¿Es algo verdadero, matemático y objetivo? ¿Es el resultado de las relaciones entre la materia? ¿Es la intuición a priori de la razón humana que hace posible el pensamiento? ¿Es la cuarta dimensión del espacio?. El enigma del tiempo representa uno de los quebraderos de cabeza por excelencia de todo filósofo y científico. Y no sin razón. Los incontables interrogantes aún sin resolver acerca del tiempo, de hecho, están profundamente vinculados con nuestra propia vida, con nuestro lugar en el Universo, con nuestro libre albedrío, y con los aspectos más fundamentales de nuestra propia existencia que nos afectan día a día. Las cosas cambian; es un hecho. Nacemos, envejecemos, morimos. Lo irreversible gobierna nuestras vidas. En el afán por comprender y describir este mundo cambiante, el hombre ha desarrollado la Ciencia. Y sin embargo, hemos visto que la Física nos dice cosas diametralmente distintas que nuestra percepción cotidiana del tiempo. Las Ciencias Físicas parecen no establecer una flecha del tiempo objetiva; las ecuaciones más fundamentales no distinguen entre el pasado y el futuro. La Relatividad no nos dice nada acerca del ‘paso’ o el ‘fluir’ del tiempo; por el contrario, refleja que el tiempo no es sino parte del espacio, del espaciotiempo estático, que se limita a estar ahí, sin más. De acuerdo con esto, nuestra extensión en el tiempo –vale decir, nuestra historia pasada y futura– está tan fija y determinada como lo está en el espacio. Si la naturaleza del tiempo es como la describe la Relatividad, simplemente no nacemos ni morimos: en algunos puntos del espaciotiempo estamos vivos, en otros no, y eso es todo. Nuestra existencia se limita a ocupar estática y eternamente una porción del espaciotiempo. 
¿Cómo se reconcilia la noción del mundo cambiante y temporal que nos muestra la experiencia, con la idea de que todo está fijo e inmóvil en un espaciotiempo de cuatro dimensiones?. ¿Cómo puede ser que la Ciencia, la encargada de describir el mundo, nos diga semejante desvarío?. No lo sabemos. Como si volviéramos a la antigua discusión entre Heráclito y Parménides, nuestro sentido común parece apoyar al primero, quien sostenía que todo fluye, nada permanece. Mientras tanto, la Física relativista parece acreditar las ideas del segundo, quien argumentaba que el Ser es inmóvil y eterno, y que el movimiento es una ilusión. A Karl Popper le gustaba llamar, por este motivo, a Einstein con el nombre de Parménides. Como señaló Bohr, la Física ya no debe intentar describir cómo es el mundo, sino qué podemos decir sobre él, a fin de obtener resultados medibles. A Einstein no le gustaba para nada esta idea, y la rechazó quizá por considerarla incómoda, defendiendo en cambio la postura de Galileo. De aquel modo de pensar de Bohr –y de algunos otros contemporáneos, como Heisenberg– surgió la postura de que el concepto del espaciotiempo es quizá un truco matemático para obtener resultados medibles, y que no necesariamente representa la realidad de la Naturaleza. En otras palabras, surgió la idea de que el tiempo en efecto fluye, aunque la Física necesite ‘pararlo’ y combinarlo con el espacio para estudiar con mayor facilidad los sucesos físicos de nuestro Universo. Si bien ésta parece una solución elegante a un problema insondable, no resuelve el núcleo de la cuestión: ¿acaso el ‘flujo’ del tiempo rebasa las posibilidades de la descripción de la Física?. ¿Cuán vinculada está la cuestión del tiempo con los aspectos fundamentales de nuestra propia vida?. En este ámbito, quizá cuesta trazar la línea que divide a la Física de la Filosofía. De tal manera, invito al lector a sacar sus propias conclusiones y reflexionar sobre estas cuestiones y como regalo quiero compartir unas palabras que, a mi modo de ver, son dignas de relectura indefinida: 

Negar la sucesión temporal, negar el yo, negar el universo astronómico ,son desesperaciones aparentes y consuelos secretos. Nuestro destino no es espantoso por irreal; es espantoso porque es irreversible y de hierro. El tiempo es la sustancia de que estoy hecho.El tiempo es un río que me arrebata, pero yo soy el río; es un tigre que me destroza, pero yo soy el tigre; es un fuego que me consume, pero yo soy el fuego. El mundo, desgraciadamente, es real; yo, desgraciadamente, soy Borges.

"End of transmission"




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