El déjà vu es un fenómeno que todos hemos experimentado, esa sensación extraña cuando entras en una sala o al pasar por una situación nueva y te dices a ti mismo: “Yo he estado aquí antes. Quiero decir, todo esto me resulta familiar”. Yo agrego que esa parte de nosotros está en el tiempo ortogonal y esta conciencia alterna puede, bajo ciertas circunstancias, comunicarse con el uno mismo, que sólo percibe el tiempo lineal. Los que estudiamos la física cuántica aceptamos, por ejemplo, que realmente hay múltiples universos que existen incluso en el interior de nuestra sala de estar. Somos ondas, ondas que vibran, y estas ondas vibran y luego se separan con el tiempo. Cuando dos universos están en la misma fase, son coherentes y te puedes mover de uno a otro. Pero a medida que el tiempo comienza a evolucionar, estos dos universo se desacoplan. Empiezan a vibrar a frecuencias diferentes. Ya no pueden interferir el uno en el otro. En otras palabras, un déjà vu es probablemente sólo un fragmento de nuestro cerebro evocando recuerdos y fragmentos de situaciones anteriores. Sin embargo, en la física cuántica, hay realmente, en cierto modo, universos paralelos que nos rodean. El déjà vu es el resultado de la intersección accidental de universos paralelos cuando se quiebra la textura de espacio-tiempo lineal y ortogonal. ¿Pero que es un tiempo ortogonal?. En contraposición a la concepción aristotélica del tiempo y su progresión lineal, esta teoría plantea la vigencia de un tiempo ortogonal. Este tiempo ortogonal aglutinaría todo cuanto ha existido, es decir, que en él se daría una superposición de realidades en las que todo acontece al mismo tiempo. Para ilustrarlo, detallo una imagen vieja, pero elocuente: así como los surcos de un disco de vinilo contienen música ya reproducida, no por ello se desvanecen una vez han sido recorridos por la aguja.
La idea de la coexistencia de realidades no constituía una novedad. En República, la obra cumbre de Platón, el filósofo enuncia una diferenciación explícita entre dos planos: de un lado, la realidad sensible, superficial, acoge aspectos materiales en constante transformación, apenas un reflejo -una apariencia- de la realidad inteligible; del otro, la realidad inteligible, conformada por ideas, trasciende lo material, ya que como esencia del universo es intemporal e inmutable. Conforme a este razonamiento, la realidad sensible, en tanto que representación, impediría la captación de la realidad inteligible. Vivimos en un mundo en el cual no siempre somos conscientes de los trucos que nuestras mentes nos juegan cuando se trata del tiempo. Por ejemplo, cuando nos miramos en un espejo creemos que nos estamos viendo en ese momento, pero en realidad estamos viendo cómo éramos ¡hace 16 billonésimos de segundo! (el tiempo que la luz tarda en reflejar nuestro rostro en el espejo y volver). Así es que, en cierto sentido, estamos viendo el pasado. Y esto lo hacemos todo el tiempo, por ejemplo cuando miramos el cielo para admirar las estrellas, aun cuando parecen estar titilando en ese momento, en verdad estamos viendo cómo titilaba hace muchos años. Entonces, de lo que estamos seguros es de que el tiempo no es siempre lo que parece ser. Adentrándome en conceptos más alucinantes, algunos físicos ahora piensan, basados en las últimas evidencias, que existe un número infinito de universos paralelos en el cosmos, y que nosotros vivimos en uno de ellos, sin registrar los otros. Lo que fuera considerado ciencia-ficción ahora se puede pensar que no lo es.
"End of transmission".
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