"La mística ciertamente existe, se manifiesta en una dimensión inexpresable de la realidad". Alfredus del Bajo
En este post a modo de ensayo trato de demostrar que la mística nos deviene de una capacidad humana natural, aun poco desarrollada, de conexión directa con la realidad, con el en-sí de esta, “puenteando” la vía cognitiva racional-verbal, que sólo permite acceder a signos y representaciones –las sombras de la caverna platónica. ¿Existe realmente esa facultad? ¿No será algo ilusorio, un disfraz cultural de alguna patología psíquica, como afirmaba Freud? Pero quizás primero convenga preguntarse si realmente necesitamos salir de la Caverna… Erwin Schrödinger decía que “la física se ha estado ocupando únicamente de sombras desde siempre, desde Demócrito de Abdera e incluso desde antes”, pero que “nadie era consciente de ello, ya que hasta el advenimiento de la física cuántica, los científicos creían que se estaban ocupando del mundo real.” Si se experimenta la necesidad de acceder al ser directamente, más allá de las señales sensoriales que nos llegan de sus múltiples facetas constitutivas del mundo, entonces tal necesidad, como cualquier otra, deberá obtener satisfacción por vía evolutiva y tener su reflejo en nuestro cerebro puesto que somos entidades orgánicas. El cerebro tiene, pues, que ser místico. Decir esto no es trivial, porque no es que el cerebro produzca, en ciertos casos, experiencias de apariencia mística que serían una suerte de subproductos ilusorios más o menos anómalos…, es que el cerebro ha evolucionado incluso para ser capaz de entrar en contacto, a veces, con lo Real no ya por vía sensorial, mediada, sino también de manera directa y no mediada. Al igual que lo ha hecho para percibir la luz y el sonido, y ser capaz de interpretar esas percepciones en términos de “aproximación” a lo Real. Leyendo artículos sobre misticismo y neurología, se puede tener la impresión de que la esencia experiencial de lo místico al “neurologizarse” se evapora. Cosa absurda, porque somos energía estructurada mediante nuestra materialidad corporal-neural (que también es energía). ¿Y cómo podríamos acceder a la energía que constituye el Universo –y al fundamento último, tras ella– si no fuese a través del remolino de energía que somos? Vale, pues, decir que la energía generadora primordial se concentraba inicialmente en un solo punto,-en el momento de la creación del Universo- cuya expansión en las distintas etapas inflacionarias dio origen a la multiplicidad incontable de las estructuras material-energéticas del universo, que incluyen las biológicas. Ahora bien, la investigación cuántica ha revelado que las microentidades que alguna vez integraron un único sistema permanecen vinculadas más allá de cualquier separación espaciotemporal…, es lo que se llama “entrelazamiento” (entanglement). Pues con el mismo o mayor motivo debería haber “entrelazamiento” entre todo lo que, en el principio, constituía un único punto. La totalidad de la realidad cósmica, al menos en el nivel cuántico o subcuántico, debe pues, lógicamente, estar “entrelazada”, ser ontológicamente inseparable. Nos hallamos frente a un dato puramente físico que puede ser enormemente relevante de cara a una fundamentación natural de la mística. En este ensayo trato de mostrar que el despertar de la inteligencia mística en un porcentaje relevante de personas puede ser la palanca que nos falta para conseguir romper las cadenas que nos bloquean individual y colectivamente, cadenas que están tanto fuera de nosotros –en la realidad social– como en nuestro interior. Y son, en el fondo, las mismas cadenas.
"End of transmission"
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