jueves, 29 de septiembre de 2011
CONEXION DEL SOL CON EL SER HUMANO
Pese a que se trata de una estrella más entre las cien mil millones que componen la Vía Láctea, el Sol es el astro del Cosmos más importante para nosotros. Desde luego, si lo es no es más que debido a su cercanía; está unas 270.000 veces más próximo a la Tierra que la estrella siguiente en distancia a nuestro mundo. Aún así, la Tierra no recibe, en forma de luz y calor, más que una ínfima cantidad de energía del total que emana del Sol, aproximadamente, dos millonésimas.
Aunque el Sol emite sus radiaciones en una gama muy amplia de longitudes de onda, la atmósfera filtra buena parte de los rayos ultravioleta (gracias al efecto de la capa de ozono), limitando la entrada a una pequeña porción del total de radiaciones solares. Las de la región “visible”,por su parte, aquellas que “vemos” (o mejor dicho, que nos permiten ver) de forma ordinaria, constituyen poco menos de la mitad.
¿ Pero, de que forma pueden variar en el estado de los seres vivos las oscilaciones del campo magnetico, las radiaciones cosmicas y los cambios de la actividad solar ?
La estrella del Sistema Solar también nos afecta y perturba en el ámbito fisiológico y psicológico. Esto es lo que, de forma pionera, descubrió el científico ruso Alexander L. Chizhevski (1897-1964), fundador de la llamada heliobiología. Chizhevski se dedicó a investigar, en los años veinte y treinta del siglo pasado, la posible relación entre la actividad cíclica del Sol y la aparición o propagación de las enfermedades y pandemias en árboles, animales y seres humanos.
En su época estas investigaciones causaron gran polémica en medicina; los científicos no las aceptaban porque suponía otorgar una relevancia excesiva en nuestra salud, creían ellos, a un astro cuyas variaciones energéticas eran extremadamente exiguas y que, además, estaba situado a nada menos que 150 millones de kilómetros. Resultaba disparatado afirmar que el campo magnético solar y las alteraciones de la actividad de la estrella eran, siquiera en parte,responsables de los estados en los seres vivos.
Las investigaciones de Chizhevski y posteriores científicos, sin embargo,han dado a conocer conexiones entre el Sol y la vida que antes ni siquiera sospechábamos. La rotación solar sigue un ciclo de 27 días en el ecuador. Esto significa que los puntos de mayor actividad solar y larga duración en la superficie del astro se orientan, en dirección a nuestro planeta, a lo largo de varios días durante uno de dichos ciclos.
Los hermanos Dulle, científicos y médicos, recogieron informes en grandes ciudades del índice de mortalidad: mostraban una fuerte correspondencia entre los momentos de mayor mortalidad y los periodos de intensa actividad solar; otros han señalado, posteriormente, la correlación entre accidentes laborales (por ejemplo, en minas de carbón) y tales periodos; en momentos donde la actividad solar es alta hay, asimismo, una mayor producción de bacterias morbíficas, que tienen efectos en la agresividad humana; se ha constatado, además, una ligera disminución de la capacidad defensiva (sistema inmunológico) en estos periodos, y se observan también más casos de accidentes laborales y de tráfico; tiene lugar, de la misma forma, un aumento en frecuencia e intensidad de ataques epilépticos y esquizofrénicos, así como cardiovasculares e infartos de miocardio. Paralelamente, se registran más casos de trastornos psiquiátricos y mayores riesgos de malformaciones en embriones.
En busca de un agente o mecanismo físico o fisicoquímico responsable de estas alteraciones en nuestro comportamiento, se ha sugerido que quizá la elevada actividad solar influye en las precipitaciones de las proteínas de la sangre, lo que causa desequilibrios en nuestro organismo y altera su funcionamiento normal.
Existe un exhaustivo examen de decenas de miles de análisis de sangre que realizó N. Schultz, médico ruso, en el siglo pasado. Llegó a la conclusión de que la cantidad de leucocitos presentes en el plasma humano variaba en función de la actividad solar; según él, a principios del siglo XX ésta se hallaba en niveles mínimos, mientras que hasta mediados de dicho siglo fue en gradual aumento, para disminuir a continuación. En sorprendente consonancia, el número de leucocitos en la sangre se alternó también, siguiendo las curvas de actividad de nuestra estrella. Los cambios en el nivel de leucocitos, modificando el índice de coagulación de la sangre, puede ocasionar trombosis, que en casos graves deriva en fallecimientos.
Las investigaciones de Chizhevski y otros abren puertas a nuevas influencias de la estrella sobre nuestros organismos. Los recientes análisis no hacen más que corroborar esta conexión entre Sol, la vida y el ser humano. Si bien las múltiples enfermedades y trastornos que hemos comentado pueden, en efecto, relacionarse con las variaciones de la actividad solar, necesitamos más datos para apreciar la verdadera magnitud de dicha influencia, y descartar que no sean otras las causas de dichos trastornos.
Todo esto demuestra, ni más ni menos, que necesitamos al Sol. Sentimos un apego natural por la estrella, y es lógico, puesto que compartimos origen, y también destino. Pero, como sabemos ahora, además su luz hace algo más que mantener el equilibrio planetario y biológico; no sólo calienta la Tierra y nutre la vida que la habita, sino que su radiación configura nuestro correcto funcionamiento fisiológico y psicológico. En todos los sentidos, por lo tanto, requerimos de la presencia del Sol para que las cosas sigan desarrollándose con armonía.
Las investigaciones están revelando que el papel que ha jugado y jugará el Sol en la historia individual de las personas es mucho más cardinal de lo que nunca habíamos sospechado.
"La armonía total de este mundo está formada por una natural aglomeración de discordancias". Séneca
"End of transmission"
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