La Nasa dice estar lista para la proxima Gran Tormenta Solar.
La creciente actividad geológica en el planeta durante los últimos 10 años (recordemos los terremotos en Chile, Haití y Japón, el tsunami en Indonesia, la activación de los volcanes del "anillo de fuego del Pacífico", etc) está fuertemente ligada a la actividad solar. Cada tormenta de viento solar que impacta la tierra, tiene sus consecuencias sobre el manto terrestre y produce movimientos de diferente intensidad.
La actividad solar y sus emisiones elecromagnéticas podrían estar causando desajustes en las placas tectónicas, con sus respectivas consecuencias: terremotos, tsunamis y erupciones volcánicas.
Basicamente, cada explosión solar es una inmensa marea de energía que impacta contra los planetas, debilitando la magnetósfera de cada uno de ellos y permitiendo la entrada de energía en la atmósfera como si fueran verdaderos tsunamis de fotones y protones.
Cuando la magnetósfera se comprime, pueden detectarse movimientos sísmicos o erupciones volcánicas, lo que se conoce como tormenta geomagnética.
Cuando la magnetósfera se comprime, pueden detectarse movimientos sísmicos o erupciones volcánicas, lo que se conoce como tormenta geomagnética.
El campo magnético terrestre, o campo geomagnético, sufre perturbaciones como consecuencia de la interacción con el campo magnético interplanetario (IMF). Estas perturbaciones se miden con magnetómetros instalados en distintos puntos de la Tierra, dando lugar a los llamados índices K. La combinación de los índices K medidos por distintos magnetómetros cada 3 horas da lugar al índice planetario Kp.
Cuando el índice K supera el nivel 5, significa que la tormenta solar está impactando en el planeta como una tormenta solar menor. La erupción del volcán chileno (Puyehue) podría estar asociada directamente con la tormenta que se detectó el día 4 de junio y que llegó a nivel 6 en el índice K.
La tormenta solar de 1859 fue la más potente registrada en la historia. La acción del viento solar sobre la Tierra ese año fue, con diferencia, la más intensa de la que se tiene constancia. El día 28 de agosto aparecieron numerosas manchas solares, y el día 1 de septiembre el Sol emitió una inmensa llamarada, con una área de fulguración asociada que durante un minuto emitió el doble de energía de la que es habitual. Sólo diecisiete horas y cuarenta minutos después, la eyección llegó a la Tierra con partículas de carga magnética muy intensa. Se observaron auroras en zonas de baja latitud, como Roma, Madrid, La Habana y las islas Hawai, entre otras. A esta fulguración se le llamó el Evento Carrington debido a que este científico hacía unos bocetos de un grupo de manchas solares el jueves primero de septiembre debido a la dimensión de las regiones oscuras, cuando, a las 11:18, se dio cuenta de un intenso estallido de luz blanca que parecía salir de dos puntos del grupo de manchas.
El campo magnético terrestre se deformó completamente y esto permitió la entrada de partículas solares hasta la alta atmósfera, dónde provocaron extensas auroras boreales e interrupciones en las redes de telégrafo, que entonces estaba todavía muy poco desarrollado.
En aquella época los cables del telégrafo, invento que había empezado a funcionar el 1843 en los Estados Unidos, sufrieron cortes y cortocircuitos que provocaron numerosos incendios, tanto en Europa como en Norteamérica.
El evento Carrington no tuvo consecuencias brutales debido a que nuestra civilización tecnológica todavía estaba al principio: si hubiese ocurrido en la actualidad, los satélites artificiales dejarían de funcionar, las comunicaciones de radio se interrumpirían y los apagones eléctricos tendrían proporciones continentales, quedando interrumpido el suministro eléctrico durante semanas. Según los registros obtenidos de las muestras de hielo una fulguración solar de esta magnitud no se había producido en los últimos 500 años, aunque se producen tormentas solares relativamente fuertes cada cincuenta años, la última el 13 de noviembre de 1960.
Atendiendo a este ratio, estamos a punto de que una gran tormenta solar ocurra. Y en esa línea van las predicciones de Mausumi Dikpati del Centro Nacional para Investigaciones Atmosféricas (NCAR) de los Estados Unidos hechas en 2006.
El máximo de actividad correspondiente al ciclo 24 será en torno a un 30% mayor que el ciclo 23, lo que supondrá superar al último máximo de 1958 (ciclo 19).
Pero lo cierto es que curiosamente la actividad solar en el presente ciclo solar está siendo muy baja. Los científicos de la NASA y la ESA estaban empezando a dudar si nos encontrabamos ante un nuevo mínimo de Maunder, que duró más de seis ciclos solares, desde 1655 a 1715 y que coincidió con la llamada Pequeña Edad de Hielo, en la que incluso el Támesis se helaba en invierno a su paso por Londres.
Solo un par de meses después de la predicción de Mausimi el Dr. David H. Hathaway publicaba un artículo anunciando que el siguiente ciclo será uno de los más débiles en actividad solar en los últimos siglos y revisando a la baja las previsiones de Mausimi.
Según David Hathaway, Físico solar de la NASA, “el anillo de convección de la corteza solar se mueve normalmente a una velocidad de un metro por segundo. Así es como ha sido desde el pasado siglo XIX. Pero durante los últimos años esta velocidad se ha reducido un 25% en el anillo norte y un 65% en el anillo sur.” Una menor velocidad de convección significa una menor actividad solar, pero eso no quiere decir que no pueda haber una Gran Tormenta Solar.
"Cada día sabemos más y entendemos menos". Albert Einstein
"End of transmission"
Cuando el índice K supera el nivel 5, significa que la tormenta solar está impactando en el planeta como una tormenta solar menor. La erupción del volcán chileno (Puyehue) podría estar asociada directamente con la tormenta que se detectó el día 4 de junio y que llegó a nivel 6 en el índice K.
Mucho he divulgado en este blog acerca de las consecuencias de la proxima Gran Tormenta Solar, ahora repasemos un poco la historia para saber un poco mas del comportamiento del sol.
La tormenta solar de 1859 fue la más potente registrada en la historia. La acción del viento solar sobre la Tierra ese año fue, con diferencia, la más intensa de la que se tiene constancia. El día 28 de agosto aparecieron numerosas manchas solares, y el día 1 de septiembre el Sol emitió una inmensa llamarada, con una área de fulguración asociada que durante un minuto emitió el doble de energía de la que es habitual. Sólo diecisiete horas y cuarenta minutos después, la eyección llegó a la Tierra con partículas de carga magnética muy intensa. Se observaron auroras en zonas de baja latitud, como Roma, Madrid, La Habana y las islas Hawai, entre otras. A esta fulguración se le llamó el Evento Carrington debido a que este científico hacía unos bocetos de un grupo de manchas solares el jueves primero de septiembre debido a la dimensión de las regiones oscuras, cuando, a las 11:18, se dio cuenta de un intenso estallido de luz blanca que parecía salir de dos puntos del grupo de manchas.
El campo magnético terrestre se deformó completamente y esto permitió la entrada de partículas solares hasta la alta atmósfera, dónde provocaron extensas auroras boreales e interrupciones en las redes de telégrafo, que entonces estaba todavía muy poco desarrollado.
En aquella época los cables del telégrafo, invento que había empezado a funcionar el 1843 en los Estados Unidos, sufrieron cortes y cortocircuitos que provocaron numerosos incendios, tanto en Europa como en Norteamérica.
El evento Carrington no tuvo consecuencias brutales debido a que nuestra civilización tecnológica todavía estaba al principio: si hubiese ocurrido en la actualidad, los satélites artificiales dejarían de funcionar, las comunicaciones de radio se interrumpirían y los apagones eléctricos tendrían proporciones continentales, quedando interrumpido el suministro eléctrico durante semanas. Según los registros obtenidos de las muestras de hielo una fulguración solar de esta magnitud no se había producido en los últimos 500 años, aunque se producen tormentas solares relativamente fuertes cada cincuenta años, la última el 13 de noviembre de 1960.
Atendiendo a este ratio, estamos a punto de que una gran tormenta solar ocurra. Y en esa línea van las predicciones de Mausumi Dikpati del Centro Nacional para Investigaciones Atmosféricas (NCAR) de los Estados Unidos hechas en 2006.
El máximo de actividad correspondiente al ciclo 24 será en torno a un 30% mayor que el ciclo 23, lo que supondrá superar al último máximo de 1958 (ciclo 19).
Pero lo cierto es que curiosamente la actividad solar en el presente ciclo solar está siendo muy baja. Los científicos de la NASA y la ESA estaban empezando a dudar si nos encontrabamos ante un nuevo mínimo de Maunder, que duró más de seis ciclos solares, desde 1655 a 1715 y que coincidió con la llamada Pequeña Edad de Hielo, en la que incluso el Támesis se helaba en invierno a su paso por Londres.
Solo un par de meses después de la predicción de Mausimi el Dr. David H. Hathaway publicaba un artículo anunciando que el siguiente ciclo será uno de los más débiles en actividad solar en los últimos siglos y revisando a la baja las previsiones de Mausimi.
Según David Hathaway, Físico solar de la NASA, “el anillo de convección de la corteza solar se mueve normalmente a una velocidad de un metro por segundo. Así es como ha sido desde el pasado siglo XIX. Pero durante los últimos años esta velocidad se ha reducido un 25% en el anillo norte y un 65% en el anillo sur.” Una menor velocidad de convección significa una menor actividad solar, pero eso no quiere decir que no pueda haber una Gran Tormenta Solar.
"Cada día sabemos más y entendemos menos". Albert Einstein
"End of transmission"
No hay comentarios:
Publicar un comentario