martes, 16 de julio de 2019

¿VAMOS A VOLVER....?


"Mirar hacia atrás no es nostalgia de querer volver, sino una manera de percibir lo que está siendo realidad". Alfredus del Bajo



Hoy hace 50 años partía rumbo a la Luna el Apollo 11. Mis fantasías a los 14 años se fueron incrementando en esos dias previos a la llegada del hombre. Mito y folclore, todo lo que había sido el satélite natural de la Tierra desde que el Homo sapiens tuvo conciencia de ser se transformó aquella tarde de 1969, gracias a la televisión, -(muy pocas en mi querida Miraflores)- en una nueva visión de nosotros mismos. Nos permitió ver como nunca habíamos visto la excepcionalidad y vulnerabilidad de nuestro planeta, y, de paso, la responsabilidad de cuidar la frágil nave en la que navegamos. Además de revolucionar la percepción de nosotros mismos, las seis misiones con éxito a la Luna tuvieron un impacto muy beneficioso en la ciencia, en la tecnología, en la política y en la educación. Sin su legado en el conocimiento de nuevos materiales y de la aerodinámica, la industria aeroespacial jamás habría llegado a ser lo que hoy es. Sin su impulso, ni las telecomunicaciones ni los computadores se habrían modernizado a la velocidad que lo han hecho: ¡un teléfono móvil actual tiene más memoria que el ordenador del Apolo 11!. Aquel pequeño paso para un hombre, enorme para la Humanidad, no habría sido posible sin el espíritu de superación de los años 60. Cincuenta años después no tiene mucho sentido volver a la Luna, como pretenden los chinos, para hacer lo mismo que hicieron los americanos. Tampoco es imprescindible, volver a la Luna para llegar a Marte. Parece más sensato poner a punto antes nuevos sistemas de propulsión. La idea de explotar yacimientos en la Luna, en el horizonte del siglo XXI, no tiene mucho sentido, ni económico ni medioambiental. Los desafíos en la Tierra del hambre, la desigualdad, la contaminación, son demasiado serios para dilapidar 100.000 o 200.000 millones de dólares durante los próximos 15 o 20 años en aventuras espaciales sin un enfoque claro, sin unos límites razonables y, lo más importante, sin una estrategia conjunta de las principales potencias del mundo. Pero como la Luna, el hombre tiene su lado oscuro. La influencia que la Guerra Fría tuvo en el proyecto Apolo debería enseñarnos, 30 años después del fin de aquel conflicto, que el futuro de la Tierra es responsabilidad común y que la exploración espacial, de la que antes o después puede depender ese futuro, debería estar por encima de las rivalidades nacionales. Si ves a la Tierra desde el espacio, verás que no hay fronteras.



"End of transmission"






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