Los astronautas podrían tener que tomar una medida sin precedentes de abandonar temporalmente la Estación Espacial Internacional si el accidente en un lanzamiento ruso de la semana pasada impide el traslado de tripulaciones nuevas.
Hasta que funcionarios descubran qué salió mal con los cohetes rusos Soyuz, no habrá manera de enviar al espacio más astronautas antes de que los actuales residentes de la estación abandonen ésta a mediados de noviembre.
La semana pasada, un cohete ruso que transportaba una cápsula Soyuz de abastecimiento no tripulada despegó hacia la estación espacial, tuvo problemas después de su lanzamiento y se estrelló en una zona boscosa de Siberia, donde explotó.
El predicamento desestabilizador ocurre apenas semanas después del ultimo lanzamiento de un transbordador espacial por parte de la NASA.
"Tenemos bastantes opciones", aseguró el lunes a reporteros Mike Suffredini, gerente del programa de la estación espacial por la NASA. "Nos enfocaremos en la seguridad de la tripulación, como siempre lo hacemos", señaló.
Abandonar la estación espacial, aun durante un período corto, sería un último recurso desagradable para las cinco agencias espaciales del mundo que han dedicado décadas a trabajar en el proyecto. Desde el 2000 han estado viviendo astronautas en la estación espacial, y la meta es que esto continúe hasta el 2020.
Suffredini indicó que controladores de vuelo podrían mantener operando indefinidamente una estación espacial desierta, siempre y cuando todos los sistemas principales funcionen adecuadamente. El riesgo para la estación se incrementa, sin embargo, sin no hay nadie a bordo para arreglar fallas.
Actualmente hay seis astronautas de tres naciones viviendo el complejo orbital. Tres tienen agendado regresar a la Tierra el próximo mes; se supone que los otros tres regresarían a mediados de noviembre.
El lanzamiento de la siguiente tripulación, agendado para el 22 de septiembre —primer vuelo de la era sin transbordadores espaciales_, ya fue pospuesto indefinidamente. Las naves rusas Soyuz han sido el único medio durante dos años para llevar y traer residentes de tiempo completo hacia y desde la estación espacial.
Para mantener a la estación con personal completo de seis astronautas durante el mayor tiempo posible, un estadounidense y dos rusos que regresarían a la Tierra el 8 de septiembre permanecerán a bordo una semana adicional.
Rusia, por tanto, no puede permitirse siquiera detener los lanzamientos hasta que se aclaren las causas de la catástrofe.
No obstante, tampoco son necesarias largas investigaciones para percatarse de la causa que provocó el fallo de la tercera etapa del cohete portador Soyuz-U, uno de los vectores más seguros en la historia de la conquista del espacio cuyo prototipo, el legendario R-7, llevó a la órbita el primer satélite artificial de la Tierra, el Sputnik, y al primer hombre, Yuri Gagarin.
La razón es la caída de la calidad del trabajo en la industria aeroespacial de Rusia, heredada de la desaparecida Unión Soviética y en aquel entonces prácticamente impecable.
En los últimos meses los reveses en el espacio se han venido sucediendo para Rusia en una alarmante secuencia.
En Diciembre pasado un fallo del cohete portador condujo a la pérdida de tres satélites de la red orbital rusa Glonass, llamada a competir con la estadounidense GPS.
La pérdida de esos satélites supuso un golpe más al proyecto Glonass, cuyo estancamiento ya costó el cargo al anterior jefe de la agencia espacial rusa Roscosmos, Nikolai Perminov.
Con este proyecto no sólo se trata de que Rusia obtenga su propio sistema de navegación con fines civiles, sino también un sistema de orientación militar, imprescindible para Moscú, sin el que gran parte de las armas rusas podrían quedar ciegas.
De los más recientes, la semana pasada Rusia sufrió otro serio revés en el espacio, al perder el Express-AM4, satélite en el que Moscú depositaba grandes esperanzas.
El aparato no sólo debía proporcionar todo un paquete de servicios de comunicación, desde televisión digital, telefonía y hasta internet. También estaba llamado a garantizar la comunicación gubernamental y presidencial, que igual que en tiempos soviéticos sigue contando con máxima prioridad.
Otra vaca sagrada, la industria militar rusa, tampoco sale de un revés tras otro. El pasado sábado fracasó otro lanzamiento de prueba de un cohete balístico intercontinental Bulava desde el submarino Yuri Dolgoruki, construido especialmente para estos misiles.
"Hay dos maneras de llegar al desastre: Una, pedir lo imposible; otra, retrasar lo inevitable".
"End of transmission"
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