lunes, 14 de marzo de 2011

CONSECUENCIAS GEOFISICAS DEL TERREMOTO EN JAPON

Imágenes satelitales tomadas por la Nasa antes y después del terremoto, considerado en el peor de la historia nipona, indican que la isla se habría desplazado 2,4 metros. Con esto también insisten los cálculos del Servicio Geológico de Estados Unidos (Usgs).
"En este momento sabemos que una estación GPS se desplazó 2,4 metros y hemos visto un mapa de la Autoridad en Información Geoespacial (Gsi) en Japón que muestra el patrón de cambio en una gran superficie y concuerda con el cambio de la masa terrestre", señaló a la cadena de televisión estadounidense CNN el geofísico de Usgs, Kenneth Hudnut.

La Nasa publicó dos imágenes que ilustran el desplazamiento. Las fotografías fueron tomadas por un espectroradiómetro de imágenes de su satélite Terra y muestran el litoral oriental de la isla, sobre todo la región de Sendai, el epicentro de la tragedia. Las imágenes ponen en evidencia los cambios producidos por el sismo.
En tanto, también se estima que el terremoto podría haber desplazado 10 centímetros el eje de la Tierra. Esta versión fue lanzada por el instituto Nacional de Geofísica y Vulcanología de Italia (Ingv).
"El sismo fue más débil que el de Sumatra (ocurrido en 2004), pero se produjo en una latitud que aseguró el mayor efecto posible", había comentado Giuseppe Bianco, director del Centro de Geodesia Espacial de la Agencia Espacial Italiana (Asi).

En este sentido, también se habló sobre la posibilidad de que se haya acortado la duración del día terrestre. Sobre este tema, Richard Gross, geofísico de la Nasa, explicó que el sismo provocó un aumento de velocidad en la rotación de la Tierra, por lo que los días comenzarían a tener 1,6 microsegundos menos (un micosegundo es la millonésima parte de un segundo).

El USGS indicó que a lo largo del miércoles pasado Japón sufrió cuatro grandes temblores al este de la costa de Honshu, la principal isla nipona. El día 9 se registró uno de magnitud 7.2 grados, seguido de tres de 6.1 durante la tarde y la noche.
Aunque Japón —situado sobre el Cinturón de Fuego del Pacífico– sufre un 20 por ciento de los terremotos que se registran en todo el mundo con una magnitud superior a 6 puntos, la cifra superó lo habitual en el país.

La dependencia estadunidense agregó que a lo largo de aquel miércoles también se registraron otros 22 movimientos sísmicos con una magnitud superior a 4.5 (13 de ellos superiores a 5). El jueves pasado hubo otros 10 temblores importantes (cinco de ellos superiores a la magnitud 5).
A modo de comparación: el pasado enero hubo 162 temblores superiores a 4 en todo el mes, pero sólo 12 con una magnitud superior a 5. La media de los últimos años es de 73 y nueve, respectivamente.

La Tierra ha temblado siempre, y en todas partes del mundo; la Tierra tiembla a diario y varias veces al día. Los sismógrafos detectan entre 18 mil y 24 mil movimientos sísmicos por año − 50 a 65 por día −. Sin embargo la actividad sísmica se incrementa y los científicos prevén que en los próximos 30 años habrá terremotos de más de 8 grados de intensidad. Las consecuencias de estos fenómenos son cada vez más devastadoras, entre otras causas, debido al aumento de la densidad de población en las zonas de alto riesgo.

El globo terráqueo está formado por capas concéntricas. La más superficial es la corteza cuyo espesor es de alrededor de 30 Km en los continentes y de 15 kilómetros en los océanos.
El límite inferior de la corteza se conoce como “Discontinuidad de Mohorovic”. Por debajo está el manto que se extiende hasta una profundidad de 2900 Km. El cascarón más externo de la Tierra se comporta como un cuerpo rígido. Esta porción tiene un espesor de aproximadamente 100 Km y forma la litosfera, constituida por la corteza y parte del manto que flota sobre el resto del manto. El comportamiento del manto, desde una perspectiva geológica, es similar al de un líquido.

El recubrimiento sólido no es continuo, sino que está partido en pedazos; a estas porciones se les llama placas. Estas placas están en contacto y se desplazan entre sí, con movimientos relativos. A veces se deslizan paralelamente sobre sus márgenes y otras veces una de las placas se sumerge bajo la otra, dando lugar al fenómeno de subducción. En este caso, una de las placas cabalga sobre la otra.

Las causas de dichos movimientos de las placas tectónicas son desconocidos al menos hasta ahora eso opinan los científicos , sin embargo nuevas corrientes de pensamiento han estudiado esta interacción , y han encontrado una relación entre las tormentas solares y su impacto magnético en el núcleo terrestre formado de hierro, que al agitarse por el golpe magnético de los rayos solares conmueve las mareas del magma terrestre, haciendo vibrar las placas tectónicas.

La litosfera muestra, en la actualidad, síntomas clásicos de la inestabilidad precedente al acercamiento de una catástrofe, es decir, un megaterremoto. El comportamiento sísmico observado a escala global implica un estado de criticalidad de la litosfera de la tierra en la pasada década .
Si observamos de nuevo las estadísticas de los últimos sismos podemos encontrar ya a primera vista una notable diferencia entre el número de sismos que ocurren durante los años de baja actividad solar frente a los sucedidos en los años de máxima actividad de nuestro sol. Por ejemplo, durante el final del ciclo solar 22 y comienzo del ciclo 23 –años de menor actividad solar– el número de sismos registrados fue de 107.498, mientras que durante la máxima actividad solar del ciclo 23, el número de temblores se incrementó a 138.926; exactamente un 29,24% superior.

Podemos ver con cierta claridad que la actividad solar influye de modo notorio en la actividad sísmica terrestre y más adelante veremos que existe una correlación significativa entre la actividad sísmica en la Tierra y el Sol.
Los terremotos y las llamaradas solares son fenómenos que implican emisiones enormes y rápidas de energía, caracterizados por una ocurrencia temporal compleja.
Analizando catálogos experimentales disponibles, se observa que los procesos estoclásticos, que son la base de estos fenómenos al parecer diversos, tienen características universales.
Ambos fenómenos exhiben las mismas distribuciones de tamaños, tiempos de inter-ocurrencia y agrupamiento temporal. La universalidad observada sugiere un acercamiento común a la interpretación de ambos fenómenos en términos de un mismo mecanismo físico de conducción.

Las llamaradas solares son explosiones altamente energéticas de las regiones activas del Sol que se manifiestan bajo la forma de flujos de radiación electromagnética, de partículas y flujos de plasma emitidos por fuertes y rizados campos magnéticos.
Recientes estudios han mostrado que las llamaradas solares también afectan al interior del Sol, generando ondas sísmicas similares a terremotos . Los jets de las llamaradas se presentan en las regiones solares activas donde el flujo magnético emerge del interior solar y obra recíprocamente con el campo magnético ambiente. Estas altas emisiones de partículas cargadas y flujos de plasma magnetizado son transferidos al viento solar.

El movimiento de este flujo de plasma que es el viento solar, tiene un carácter caótico e intermitente, y fuerte dependencia de la actividad solar.
Este proceso de transferencia de energía entre el plasma magnetizado y el viento solar, sigue siendo una paradoja compleja, pero a través de las simulaciones emprendidas a tal fin, podemos entender la supersónica y fuerte magnetizada magnetohidrodinámica del viento solar. Una de las características comprensibles de esta magnetohidrodinámica es su repercusión en las fluctuaciones de la densidad del viento solar provocadas por el plasma magnetizado de las eyecciones solares .

Disponemos en la actualidad de suficientes estudios científicos y sistemas tecnológicos que podrían ayudar a los gobiernos en la prevención sísmica.

"¿Qué puede haber imprevisto para el que nada ha previsto?" Paul Ambroise Valéry

"End of transmission"

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